Sobre artículos, comentarios, presiones editoriales y fábricas que se derrumban en Bangladesh

Una de las noticias mas sobrecogedoras de estos últimos dias ha sido la muerte de mas de 500 personas en el derrumbe de un complejo textil en Bangladesh, en el que en condiciones que en la europa occidental consideramos infrahumanas – con razón: salarios de 32€ al mes, instalaciones absolutamente precarias y sin ningún control o medida de seguridad, con tasas de diniestralidad laboral horribles, etc – se fabricaban prendas de ropa para Primark o El corte inglés.

Tendemos a pensar que la crisis de caballo que padecemos nos está llevando al peor de los mundos posibles, y estas noticias nos sirven de recordatorio de que mal que bien, seguimos siendo una nación del primer mundo: media todavía un abismo entre los problemas que sacuden a un español medio con los que sufren los mas de 1.000 mllones de personas que viven en los paises mas pobres del planeta. Como europeos, nos indigna que las condiciones de vida y de trabajo en esos países sean tan precarias, y por lo menos entre las personas de izquierdas, suele ser motivo de escándalo que las marcas occidentales subcontraten la producción (o partes de ella) en estos países. Aunque en su mayor parte, también compren productos de esas empresas. Así que entre las primeras reacciones ante este tipo de noticias son habituales el llamamiento al boicot de las marcas, o la prohibición de la deslocalización de la producción en paises que no cumplan los estándares europeos de condicones laborales.

Por eso me ha resultado interesante el artículo que ha publicado Roger Senserrich hoy en Zonacrítica, blog de opinión de eldiario.es, uno de los medios informativos mas escorados hacia las posiciones de izquierda dura de este país. Y como el resto del post voy a dedicarlo a comentar las reflexiones que me han suscitado su lectura, la de algunos comentarios, y las razones que ha arguido para publicarlo Ignacio escolar (director del pediódico) en los comentarios nº 9, nº 109 y nº 110 de la entrada, creo que lo mejor es que le echeis un vistazo primero: teneis el enlace aquí.

en Zonacrítica leyendo…

Y ahora que os habeis pasado por Zonacrítica, es momento de continuar.

Reflexiones sobre el texto de Roger Senserrich

En líneas generales, estoy de acuerdo con el, aunque me gustaría no estarlo (este es el momento de llamarme neoliberal, si quereis). Roger trabaja como lobbysta en temas de lucha contra la pobreza y sabe de lo que habla; y su argumentación está sólidamente sustentada en evidencia empírica (miraos los enlaces que aporta, si quereis). Me chirría cuando escribe que «los obreros que trabajan en las sweatshops del trecer mundo lo hacen porque quieren, ya que, aunque parezca mentira, la alternativa es mucho peor». Creo que es mas exacto decir que para los Bangladesíes pobres, trabajar en las sweatshops es la menos mala de las (pocas) alternativas que tienen. Diciendo prácticamente lo mismo, estamos evitando ese regusto desagradable que deja el «porque quieren» asociado a unas condiciones de trabajo tan inhumanas. Soy también mas escéptico que el autor con respecto a que los incentivos que genera el mercado basten por si solos para dar un impulso duradero al crecimiento económico en estos países: aunque el pasar de la pobreza absoluta a la pobreza relativa suponga un mundo para muchos de sus habitantes – a los que miramos desde la parte alta de una larguísima escalera el subir los dos o tres primeros peldaños nos puede parecer insignificante, pero no lo será tanto para el que estaba hundido en el fango hasta las rodillas – tengo la sensación que para seguir avanzando en el camino a la prosperidad se necesitan instituciones fuertes y un estado de derecho aceptable, y creo que Bangladesh no lo tiene todavía. Además de mucha lucha obrera.

Reflexiones sobre los comentarios de los lectores y las explicaciones de Ignacio Escolar (director de eldiario.es)

Eldiario.es tiene una línea editorial que le lleva a un nicho ideológico bastante acotado: la izquierda dura. Está sustentado en un 50% por las cuotas que pagan sus socios, que salen, obviamente, de este nicho ideológico; socios a los que hay que fidelizar para garantizar la sostenibilidad económica del medio. Supongo que mantener el equilibrio entre la tentación de ceñirse milimétricamente a lo que los socios esperan leer, y la necesidad de mantener una cierta pluralidad que evite «convertirse en el espejo de blancanieves que les diga solo lo que quieren oir» (palabras del propio Escolar) no es fácil.

Comprendo que a mucha gente se le hace muy cuesta arriba el reflexionar con serenidad sobre un texto que pone en cuestión alguna de las convicciones mas arraigadas en su manera de pensar. Esto, sumado a la emotividad que todavía genera el accidente reciente, basta para explicar las furibundas reacciones que ha causado el artículo. Con todo, me resulta triste constatar una vez mas que el sectarismo y los ataques ad hominem no son patrimonio exclusivo de las posiciones mas cavernarias de la derecha. Y me gustaría dejar constancia de la cantidad de comentarios de socios que no es que rebatan o muestren su enfado con el contenido del artículo o con su autor, sino que critican la publicación de un artículo cuyo único pecado es defender (con datos) una postura distinta de la que ellos esperan encontrarse. Al parecer, hay socios de eldiario.es que lo que reclaman por el dinero que han pagado es adoctrinamiento ideológico en vez de rigor o pluralidad. Solo espero que estos mismos no estén bramando después contra la manipulación de la información, o la baja calidad del periodismo que se hace en este país.

Y ante el revuelo causado por este artículo, y la amenaza de varios de los socios de darse de baja, Ignacio Escolar ha publicado en los comentarios su opinión y ha explicado por qué decidió publicar el artículo. Y bueno, lo que ha escrito es… no sé. Demasiado tibio, tal vez. Hubiera agradecido una defensa bastante mas cerrada de la necesidad de la pluralidad para evitar la endogamia intelectual (ese mirarse en el espejo de blancanieves) y promover el debate informado, que sirva para hacer reflexionar a los lectores sobre la validez o fortaleza tanto de sus ideas como de las de los demás.

Otro día mas.

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